Era la época del faldellín, moda muy aristocrática que de Francia pasó a España y luego a las Indias, moda apropiada para esconder o disimular redondeces de la barriga.
En Lima, la moda se exageró un tantico (como en nuestros tiempos sucedió con la crinolina), pues muchas de las empingorotadas y elegantes limeñas, dieron por remate al ruedo del faldellínun círculo de mimbres o cañitas; así el busto parecía descansar sobre piramide de ancha base, o sobre una canasta.
No era por entonces, como lo es ahora, el Cabildo o Ayuntamiento muy cuidadoso de la poliía o del aseo de las calles, y el vecindario arrojaba sin pizca de escrúpulos, en las aceras, cascaras de platano, de chirimoya y otras inmundicias; nadie estaba libre de un resbalón.
Muy de veinticinco alfileres y muy echada para atrás, salía una mañana de la misa de las diez, en santo domingo, gentilísima dama limeña y, sin fijarse en que sobre la losa había esparcidas unas hojas de tamal serrano, puso sobre ella la remonona botina, resbaló de firme y dió, con su gallardo cuerpo, en el suelo.
Toda mujer, cuando cae de veras, cae de espaldas, como si el peso de la ropa no le consintiera caer de bruces, o hacia adelante.
La madama de nuestro relato no había de ser la excepción de la regla y, en la caida, vinósele sobre el pecho la parte delantera del faldellín junto con la camisa, quedando a espectación pública y gratuita, el ombligo y sus alrededores.
El espectáculo fue para alquilar ojos y relamerse los labios. Líbrenos San Expedito de presenciarlo!
Un marquecito, muy currucato, acudió presuroso a favorecer a la caída, principando por bajar el subversivo faldellín, para que volviera a cubrir el vientre y todo lo demás, que no sin embeleso contemplara el joven; el suyo fué peor que el suplicio de Tántalo.
Puesta en pie la maltrecha dama, dijo a su amparador:
- Muchas gracias, caballero.-y luego, imaginando ella referirse al descuido de la autoridad en la limpieza de las calles, añadió: ¿ Ha visto uted cosa igual...?
Probablemente, el marquecito, no se dió cuenta del propósito de la crítica en la policía que encarnaba la frase de la dama, pues refiriéndola a "aquello", a la "cosa" en fin, que por el momento halagaba a su lujuria, contestó:
-Lo que es cosa, precisamente igual, pudiera ser que no; pero paracidos, con vello de más o de menos y hasta pelonas, crea usted, señorita mía, que he visto algunas.
Ricardo Palma.
Este gracioso cuento a modo de tradición pertenece a sus ultimas series de tradiciones que escribió Palma a los 73 año en 1903, pero con la Lima mojigata e hipócrita de eso tiempos no fue publicada al público general hasta 1973 con una segunda edición en 1980, con el titulo de Tradiciones en salsa verde.
Cuando Palma lo ecribió en 1903 solo supieron de su existencia algunos amigos de Palma, como el joven Jorge Basadre y otros más muchachos de la epoca. son una serie de 17 tradiciones muy graciosas entre ellas pueden encontrar: la pinga del Libretador o el carajo de Sucre etc.
El libro que tengo es de la edición de 1980, me parece que hay una edición del 2000 del fondo del Congreso, si lo ven, no duden en comprarlo. Se van a divertir de lo lindo.
FACEBOOK
Hace 11 años
6 comentarios:
te estaré vigilando..saludos de la zonaD.. XD
jajaja xD
axos q cosas q la gente oculta..
xro too se llega a leer..
bien! ^^
jajajaja, muy buena historia, pero no coincido en el echo de que toda mujer cae de espaldas, las que me a tocado ver siempre se van de frente y quedan en cuatro patas en el piso, pero nunca me a tocado ver un espectaculo como ese jajaja
saludos hasta Peru y gracias por la visita.
Cuidese
samuelelectro..Ricardo Palma ecribia cuentos ke el llamo tradiciones..sobre costumbres vivencias e historias del virreinato peruano..osea de entre 1535 hasta 1824...como veras.. las cosas ke se ponian las mujeres en aquella epoca no son las ke e ponen actualmente... osea. ke dichas señoritas se caian de espaldas
La moda francesa de antes es la homosexualidad de hoy
Buen punto ahuehuete...
Publicar un comentario